jueves, 25 de octubre de 2012

Felisa atormentada

Un asesino como los demás (155)

Era una idea terrible pero podía muy bien estar basada en la realidad: "El loco de arriba... el asesino de su hermana!" Imposible quitárselo de la cabeza aunque fuese una conjetura absurda. La idea lo mismo atormentaba su espíritu que le parecía abstracta: una hermana que no existía para ella desde hacía quince años y un loco que alborotaba por las noches al que todavía no le había visto la cara. Ella lo mismo estaba en medio que ajena a la situación, pero sufría, y su sufrimiento era grande porque Basilisa, a pesar de aquel "Flora" de batalla, de aquel tipo de vida denigrante y de aquel alejamiento de su vida, no dejaba de ser su hermana, y alguien la había asesinado. Tuvo un pensamiento moral y justiciero: "El mejor acto de amor hacia mi hermana es que entregue a su asesino a la Justicia" Tuvo otro pensamiento más radical: "Por qué no me tomo la venganza por mi mano?... El que a hierro mata... Para un abogado será muy fácil demostrar que el individuo está loco y le encerrarán en un centro en donde vivirá mejor que hasta ahora, e incluso es posible que salga en libertad en pocos años, que no siempre va a gobernar el PP.


  



( Señor Gallardón, flamante Ministro de Justicia. Preguntas: Saldrán adelante sus leyes justicieras o los jueces le pararán los pies?... Cabría la posibilidad en esta democracia reventada de que al orate Crescenciano Cano Uribetxeberría le aplicasen la inyección letal como a muchos dementes en los Estados Unidos? )

Felisa jamás había matado, aunque en varias ocasiones se vio obligada a exhibir su arma reglamentaria para espantar a delincuentes de baja estofa que se envalentonaban. En otra ocasión se pasó una tarde entera parapetada tras un coche por si los atracadores que se hallaban en el interior de un banco con rehenes les daba la locura de salir disparando. Afortunadamente, los hampones optaron por utilizar su sentido común y salieron con los brazos en alto. Pero la situación más tensa que vivió fue cuando se escaparon dos tigres de Bengala del Gran Circo de Bengala, y tuvo que pasar dos horas patrullando por calles y plazas acongojadita. Gracias a Dios y a la buena suerte, los grandes felinos "se entregaron" a su domador, o, mejor dicho, el domador pudo acercarse lo suficiente a sus michinos y les disparó unos dardos con un fuerte narcótico que los durmió al instante. Y los aficionados a los toros no se perdieron la corrida de abono de esa tarde, pues los tigres estaban a punto de saltar la tapia de los corrales del afamado coso taurino Virgen Macarena Torera.






( Estos son los tigres de Bengala que estuvieron a punto de comerse unos toros de Victorino. Bueno, no se sabe si lo hubiesen conseguido, que los toros también luchan por su derecho a la vida )

Sí, la idea era fantástica y justiciera a tope, era la venganza que le hubiese gustado a Basilisa, la cual nunca creyó en policías ni en jueces. Pero llegaría a reunir la suficiente sangre fría para enfrentase al loco y liquidarlo?... "Joder, me estoy volviendo majara, si todavía no sé si ha sido él!"
Salvo en estas situaciones especiales de chorizos nerviosos y tigres idem, el historial de Felisa Calvo se limitaba a aburridímas patrullas a pie y en coche y a tratar con elementos antisociales variopintos: carteristas, cogoteros, piqueros, trileros, timadores... los que durante el oscuro franquismo eran conocidos como "vagos y maleantes" Pero La Gordi no conoció el franquismo, era una hija de la Democracia, una poli orgullosa de defender con resolución a los ciudadanos indefensos, como los super héroes de los comics. Aunque más de una vez se había hecho la reflexión típica de muchísimos polis: "Me metí en esto por una vocación de servicio a la ciudadanía y mi trabajo se limita a pillar rateros que a las pocas horas, días o meses ya están en libertad"
Lo que le hubiese gustado a Felisa Calvo en este momento de su vida atormentada es participar en el operativo de captura de Rompetechos.


Acorralado

Rompetechos había aparcado el jeep junto al barranco que se alzaba sobre la ribera del río Guadalmiño, y ahora caía, más que bajaba por entre peñascos, argomas, helechos y hierbajos de todo tipo hacia el lecho fluvial.
"ENTRéGATE, ROMPETECHOS, ESTáS RODEADO, COñO!!... - Sonó por megafonía la voz atronadora y metalizada de uno de los agentes del helicóptero. El moscón de hierro se mantenía en vertical sobre el río, y los agentes de los coches patrulla tomaban posiciones al pie del barranco.
Benjamín Luceño, desde el helicóptero, le tenía a huevo en la mirilla de su rifle telescópico, pero Rompetechos no era un asesino ni un terrorista, así que se imponía atraparle vivo.
"Qué lástima", pensó Luceño, "no es un asesino pero es el mayor peligro rodante en las carreteras españolas. Al lado de este, Ortega Cano es un niño en patinete"

( Continuará )

4 comentarios:

  1. Pobre Felisa, terrible dilema, y más sin tener la seguridad. Debería investigar por su cuenta en sus días libres.
    Bah, a Crescenciano, si lo pillan, lo encerrarán un tiempo en un centro de esos que ni es mental ni es nada y luego a la calle, a seguir.
    Las leyes son un churro de dos semanas: incomestibles.

    Con Rompetechos otra que tal, si aún no ha matado a nadie al volante ha sido porque Tutatis no ha querido, que si no...

    Abajo le he dejado una anécdota.

    ¡Buen jueves!

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  2. El crimen nunca descansa...a por ellos valientes defensores de la ley

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  3. Hola!
    Vengo de leer y comentar su anécdota teatral.
    Rompetechos es de los que ni matan ni deben morir, un personaje imperecedero, je, je!
    Felisa va aumentando su protagonismo porque las musas así me lo reclaman, jo!
    A disfrutar del fin de semana! (Yo de las "vacas")

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  4. Esta usted con la moral bien alta, señor director, je, je!

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