martes, 31 de julio de 2012

Doña María Cristina y la prensa.

Un asesino como los demás (86)

  El mundo seguía con expectación el desarrollo del acontecer bélico en Siria, quizá próximo a su desenlace. Dos monstruos traían en jaque al mundo: Bachar el Asad por activa y Vladimir Putin por pasiva. El arzobispo de Alepo estaba acojonado por la presencia de integristas islámicos entre las tropas de la oposición.
La prensa internacional también seguía los avatares de la política española. Spain, la parte sureña de Europa, reposo de guiris, hotel de mafiosos y cuna de corruptos, estaba económicamente herida de muerte. El escaso orgullo que conservaba la patria de Cervantes estuvo representado en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, tras la bandera rojigualda que sujetaba el gigante Paul Gasol.

  Conseguir oro olímpico era tan importante en estos momentos como los goles de La Roja o las victorias fulminantes de Rafa Nadal y Fernando Alonso.
Pero un acontecimiento casero también atraía la atención del populacho: María Cristina Peñaranda, célebre escritora anciana de novelas policiacas, iba a dar una rueda de prensa descalificando a las autoridades. El Ministerio del Interior se había negado a concederle la escolta que había pedido. Doña María Cristina sostenía que su vida estaba seriamente amenazada por un asesino sin escrúpulos.

   La sala se llenó a poco de abrirse las puertas. La expectación era máxima. Habían acudido más periodistas que a una rueda de prensa de De Guindos pero menos que a una de Del Bosque. El genio de Salamanca seguía teniendo más tiron que ningún otro.


  Doña María Cristina lucía un ostentoso vestido estampado con pajarillos, mariposillas y florecillas silvestres, y en su cabeza una descomunal pamela con techo de hortalizas variadas. La pamela le hacía parecer más alta, más hortera y más chiflada.


   (La imagen de Doña María Cristina Peñaranda superaba lo reflejado en esta imagen)

La pamela se la quitó nada más sentarse por indicación de su asesor de imagen a fin de que las cámaras captesen bien su rostro fingidamente compungido.
Carraspeó ante el micrófono y habló.
- Estoy desolada, señores, ese hombre se ha fugado de la cárcel y tarde o temprano me buscará para matarme.
No le fue difícil soltar una lagrimita porque a esa edad las lágrimas salen muy facilmente. Intervino una periodista jovencita:
- Carmen Cascales de la Tribuna de Móstoles. Qué razones le dan para negarle la protección?
- Dicen que es por culpa de los recortes, que también le han quitado los escoltas a Zaplana y que si quiero seguridad que me la pague yo. Pero ha llegado a mis oídos que a Purificación Castro Allendelagua, esa mujer a la que persigue el asesino en serie, sí la han puesto protección. Debe ser porque ella insistió mucho en todas las televisiones.
- Virgilio Santullán de El Vocero Mañanero. Es cierto que intentó matarla durante la noche que la tuvo retenida en el chalé?
- En ese momento no porque nos tenía cercados la policía, pero me avisó que algún día... Oh!
Sollozó muy teatralmente. Los siguientes veinte minutos transcurrieron muy del gusto de la protagonista. Preguntas fáciles y respuestas melodramáticas. Cuánta felicidad escondía bajo su semblante de tristeza falsa!... Gracias a la exitosa rueda de prensa comenzaría a recuperar el espacio perdido en los escaparates de la grandes librerías, y quién sabe si algún avispado productor cinematográfico se animaba a comprar los derechos de una de sus novelas para hacer una película con Javier Bardem y Penélope Cruz.

  ( Llegarán nuestros admiradísimos actores a convertirse algún día en el detective Abel Alcalá y su novia Felicidad Camposanto ? )

Pero la muy mentirosa y confiada relatora ignoraba el peligro que se cernía sobre ella. En cosa de nada su positiva imágen pública iba a caer en picado. Un hombre tan admirado como odiado, un profesional de la prensa despiadada, estaba a punto de tomar la palabra, y cada vez que lo hacía se rompían las frágiles estructuras de algún montaje del famoseo, Y, en fin, le tocó el turno a... él!
- Flabio Oriñón de Super Ideal Digital. Qué hay de verdad en todo lo que nos cuenta, Doña María Cristina?
Los ojillos pasmados de la senecta creadora de ficción se clavaron en el apuesto y altanero periodista.

(Continuará)


lunes, 30 de julio de 2012

El Super Jefe, la escritora y los fugitivos.

Un asesino como los demás. (85)

- Cómo consiguieron la navaja?... Por qué no se respetó el protocolo de traslado de presos?... Sacaron a los tres juntos cuando los que tenían que haber sacado de uno en uno; la llave de contacto de la furgona estaba puesta... Joder, más errores ya es imposible!
El Super Lopategui Serranillos despotricó contra todo el mundo porque estaba en su perfecto derecho y porque su cabreo era supino ante tanta incompetencia. A los funcionarios responsables del traslado se les abrió un expediente disciplinario, pero eso no solucionaba nada, los tres pájaros habían huído y la búsqueda estaba resultando infructuosa. Lo que en un principio se aventuró como una operación fácil, dado que ninguno de los tres huídos era experto en fugas, ni tan peligrosos como se les había dicho a los medios, ahora se estaba convirtiendo en una vergüenza policial. Para colmo, el anterior jefe estaba siendo objeto de duras críticas y crueles burlas en Internet y algunas tertulias televisivas. De la noche a la mañana se había convertido en el personaje más odiado y vilipendiado junto a Gallardón, flamante ministro de justicia con el mujerío en contra. (Hasta las peperas de collarones y misa diaria se verían obligadas a abortar en Londres... como en los tiempos de los "grises") La metedura de pata de Don Escolástico con el periodista grosero había puesto en ridículo a los cuerpos de seguridad del estado, y los periodistas quisquillosos tan pronto le comparaban con Tejero como con Luis Roldán o con Amedo.

  




     ( Tejero, Roldán y Amedo, tres joyas de la Corona)


Y para poner la guinda a todos estos desafueros, entró en escena la guionista María Cristina Peñaranda intentando vender la moto de que se hallaba en peligro de muerte, denunciando a la Prensa que el Ministro del Interior se negaba a ponerla escoltas y que ella se sentía "amenazadísima" por aquel hombre que había intentado asesinarla en su casa y que ahora gozaba de libertad "como un gorrión", así lo dijo.
A Doña María Cristina le interesaba sobre todo que se siguiese vendiendo su última novela con las hazañas del detective Abel Alcalá: "El caso del peregrino santiaguero que transportaba medio cadáver de obispo troceado en la mochila" Ella sabía muy bien, porque le había tratado toda una noche, que Fulgencio no tenía instinto asesino, pero no estaba dispuesta a desaprovechar el filón publicitario. Doña María Cristina era - y lo dejaré en iniciales para no herir la sensibilidad de mis amados lectores - una h. de p. (Mis amados lectores son Doña Leona, Don Jesús, Doña Mode y Don Agustín, además de Doña Inmaculada, que ahora está de vacaciones. Los demás no cuentan, son sólo estadística)

Una mesa aborratada de micrófonos aguardaba a la escritora para su comparecencia ante los medios. La rueda de prensa había sido organizada por la editorial que publicaba sus libros: "Rinconete y Cortadillo Editores".


   A pesar de todo, el nuevo Super Jefe estaba más calmado que el día en que El Ful "visitó" en su chalé a la escritora. Por fín había superado el mono del tabaco y ya no necesitaba de tantos chicles y zumos de naranja. Pero, ante los acontecimientos presentes se le había pasado por la cabeza en más de una ocasión volver a encender un cigarrillo. "Vade retro, Satanás!... No más tabaco!" Trató de dejar atrás el cabreo de los primeros momentos y convocó una reunión de urgencia para darles caña a sus hombres a fin de que moviesen más el culo en la búsqueda de los fugitivos. "Son poco menos que tres subnormales, pero nos tienen el jaque, hay que joderse!"


  En una fábrica de conservas abandonada, sita a cuatro kilómetros de Cabañal del Rey Fernando, tres patéticos marginales rumiaban su desesperanza.
- Hasta aquí hemos llegado, hostias, y ahora qué?!... Yo no me arriesgo a volver al pueblo a robar, que el día menos pensado se llena esto de helicópteros y coches patrulla.
Protestó con razón El Ful, hasta ahora encargado de la intendencia. Había visitado un chalé de una urbanización próxima saqueando la nevera y la despensa y apañando algunos objetos de valor para pulirlos luego en un perista.
- Y yo tampoco, que mi careto es muy conocido - Opinó Rompetechos con idéntica sensatez - y abajo los Borbones!
- Señores, ha llegado el momento de separarnos, que cada uno se busque la libertad y las habichuelas por su cuenta - Proclamó el Profesor Merlíng adoptando un aire de gran orador político - Hasta ahora hemos sido una piña porque nos necesitábamos. Cada uno ha puesto algo de su parte y hemos conseguido burlar a nuestros perseguidores, a pesar de que el republicano este por poco nos mata en la carretera. Pero si queremos no perder la libertad, lo mejor es que nos separemos. A partir de ahora, los tres juntos daríamos mucho el cante.
- Me cago en el Borbón, te voy a echar de menos, adivino!
- Y yo a ti, Fernando Alonso!

(Continuará)