miércoles, 10 de octubre de 2012

Cualquiera te presta un cuchillo.

Un asesino como los demás (142)

- Convendrá conmigo, señor Alegre, que su situación en estos momentos es un tanto delicada.
- Por supuesto, pero lo es mucho más para las personas que me han acusado de algo tan terrible. A mi, precisamente, que soy cristiano y católico y observo los mandamientos de la Ley de Dios!... "No matarás", señor inspector, este es el quinto mandamiento de la Ley Divina.
"Qué gran farsante estas hecho!" - Concretó en su fuero interno Churriguera sin perderle la mirada.
"Hijo de puta, a ver si Gallardón instaura la cadena perpetua aunque sea sólo para ti!" - Pensó más expeditivamente Felisa Calvo.
La super carnosa poli se hallaba muy inquieta porque estaba empezando a sentir un ligero picorcillo en el culo y le era imposible maniobrar para poder rascarse con disimulo en aquella butaca en la que se había "encajonado"


- Estoy alucinando, Conver, alucinando!... Este hombre le ha dado la vuelta a la tortilla, le he visto en la tele diciéndoles a unos periodistas que ha denunciado a los que le acusan de asesino. Y además va vestido con la camiseta de "Atrapen al asesino"
- Y qué ha hecho la policía?
- Nada, y eso es lo más desesperante, nuestro padre sigue tan libre como el sol cuando amanece.
- Ay, hija, pues a ver si es verdad que es inocente y hemos metido la pata. A lo mejor yo no he sabido interpretar lo que decían las cartas.
- Que no, que no, que sí es culpable, que te lo digo yo!... Es un gran enredador, Conver, siempre lo ha sido.

Doña Amelia atendió al teléfono una llamada de su amiga Charo.
- Sí, hija, sí, nos vemos pasado mañana en la rifa benéfica. Pues sí, es una lástima que el padre Glorialdo siga enfermo porque él sabía organizarlo todo muy bien, pero nos apañaremos.
Crescenciano rebuscaba en su bolsa de deportes. "Cagüen la hostia, me he dejado el cuchillo en casa!... Joder, lo he traído todo menos el cuchillo!"

- Prométeme que no le vas a decir a nadie que te los he vendido yo. Estos petardos son muy fuertes, Manolín, le puedes hacer una avería a alguien. Ten mucho cuidado, por favor.
- Vale, tú me vendes petardos siempre y yo no le digo a nadie que le das besos a Paquito.
- Ejem, son caricias inocentes, hijo mio.
- Sí, como las del padre Glorialdo, que es otro cochino.







- Puede usted no responder si lo desea, señor Alegre. Puede echarnos ahora mismo de su casa si le apetece, está en su perfecto derecho porque no tenemos una orden judicial.
- Ya, bien, pues no tengo ningún problema en hablar con usted, inspector. "Eso quieres tú, carapolla, que muestre debilidad" Y, de paso que hablamos, a lo mejor me explica usted lo que está pasando.
- Bueno, eso ya lo sabe usted, le acusan de...
- Sí, de una monstruosidad, o de no sé cuantas monstruosidades. Pero mi pregunta es otra, o mejor dicho, son dos: Por qué una persona ha propagado un bulo sobre mi y porqué un periodista, o un mal llamado periodista, ha intoxicado a la opinión pública poniendo en peligro mi vida.
- Esto me lleva a mi primera pregunta, señor Alegre: Ha conocido usted personalmente a Doña Purificación Castro Allendelagua?

- Señora, podría prestarme un cuchillo?
- Sí, señor, desde luego. "Y para qué querrá este hombre un cuchillo?" No corta muy bien, no sé si le servirá, es que ya no pasan afiladores por esta calle. A ver si me acuerdo un día y llevo todos los que hay a afilarlos. Uy, no sé para qué quiero yo tantos cuchillos, la verdad, si nunca tengo invitados, ji, ji, ji!
Sintió la fría hoja del cuchillo (que no cortaba mal del todo) atravesando su senecto pecho derecho. Vio un par de ojos de loco encima de una sonrisa terrorífica. El monstruo extrajo el cuchillo despacito y lo clavó en el otro pecho, pero procurando no llegar al corazón. Quería saborear el sufrimiento de la víctima.
Metió y sacó repetidamente el cuchillo prestado, en el estómago, en las piernas, en la vagina, en los muslos... La anciana ya estaba en el suelo y era un colador de sangre, más muerta que viva la pobrecilla, y apenas eran audibles sus agónicos lamentos. Fue una muerte excesivamente lenta y dolorosa. La vida de Doña Amelia se extinguió en medio de un sufrimiento atroz.

( Continuará )

7 comentarios:

  1. Don Jesús, he intentado dejarle un comentario en su nuevo blog y me pide el nombre y el apellido. Explíqueme el funcionamiento, je, je!

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    1. Don Boni, seguramente haya ido usted a parar a la página que "no toca", cuyo enlace me dió a mí.
      Pruebe en este:

      http://cronicron.blogspot.com.es/

      Ahí se puede comentar con normalidad. Y además, está programado en inglés...

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    2. Bueno, en inglés lo dejaré a un lado, con ustedes prefiero entenderme en español. Gracias por el enlace!

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  2. ¡Uf!, es usted un sádico dando detalles.
    Tal como suponía desde su aparición en la trama, Crescencio la caga al matar mientras el asesino está de chachara con la poli.

    Le he respondido en los episodios 140 y 141, Don Boni.

    ¡Hasta mañana!

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    1. Le explico, es una novela de un asesino en serie y apenas hay detalles escabrosos, por eso de vez en cuando hay que darle un puntito de salvajismo para justificar de qué va la cosa.
      Vengo de ahí abajo, he leído y respondido a sus comentarios. Mil gracias!
      Disfrute de los dos jueves!... Va mejor lo del ojo?

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  3. Olvide el nuevo blog, lo reservaremos para cuando me retire de la vida periosdistica.
    Veo que al asesino le ha salido un copycat

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  4. Este "copycat" ya viene de atrás, Don Jesús, lo he mostrado en otros cuatro o cinco capítulos antes de llegar al actual. Don Crescenciano aún tiene que dar un poco más de juego.
    Buen día!

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