jueves, 26 de julio de 2012

Criticando a la gordinflona.

Un asesino como los demás. (82)

  El incesante ruído de las sirenas policiales no permitía que Doña Purita escuchase bien por el teléfono a su amiga Teresita.
- Jesús, qué escándalo, hija, algo gordo debe estar pasando. Hala, también veo ahí arriba el helicóptero de las manifestaciones!
- Vete tú a saber lo que ocurre, a lo mejor los indignados han matado a Rajoy. En estos tiempos se puede esperar cualquier barbaridad. Fíjate en lo de ese chico de Estados Unidos que se ha liado a tiros en un cine.
- Es que los americanos están locos, hija, el que hizo de Ben Hur era presidente de no sé qué de los rifles. Oye, ahora parece que ha parado un poco el ruído, te oigo mejor. Pues te decía, hija, que ayer le tuve que parar los pies al Paco, que sigue empeñado con la cosa de los demonios invisibles y no hay quien le apee del burro. Mira, Teresita, a nuestra Goyita la mató ese sinvergüenza y no hay vuelta de hoja.
- Claro que sí. Oye, me dijiste que me ibas a contar algo de la gordinflona.
- Uy, sí, esa mujer es una mala pécora, está jugando con dos hombres a la vez, como la Carmen de Merimé.
- No me digas!
- Como te lo cuento.
- Anda, y cómo te has enterado?
- Pues porque la escucho cuando habla por el móvil. Ella se da la vuelta y baja la voz, pero yo tengo un oído muy fino, hija mia, no me ha venido la sordera a pesar de mis añitos.
- A mi tampoco, hija, somos unas privilegiadas.
- Pues unas veces la oigo decir: "No me molestes, Floren, que estoy trabajando"; "Floren, eres un agonías"; "Floren, ya hablaremos"... Y otras veces dice: "No me atosigues, Pelayo"; "Pelayo, lo nuestro me lo tengo que pensar"; "Pelayo, esto no es fácil para mi"...
- Jesús, Jesús!... Pues entonces va a ser lo que tú dices, que está enredada con los dos hombres. "Ellos las prefieren supergordas, ji, ji, ji!
Las sirenas policiales volvieron a interrumpir la conversación.
- Ay, hija, qué escándalo, a lo mejor han matado a Esperanza Aguirre!
- Uy, a esa deslenguada no la mata ni el cianuro!

   (En esta iglesia va a ocurrir algo muy serio. Qué Dios proteja a uno de sus humildes siervos en peligro!)

El Padre Ambrosio Angulo accedió a la nave principal del templo por la puerta de la sacristía y se dirigió al confesionario, su habitat natural. El viejo sacerdote no vio a la pequeña figura que seguía sus pasos a corta distancia. El terrible infante caminaba sigilosamente tras el senecto hombre de Dios llevando en su mente y en sus manos la idea y los útiles para hacer una maldad.

(Continuará)

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