miércoles, 28 de noviembre de 2012

Molina entra en acción.

Un asesino como los demás (183)







Encarni estaba un poco más calmada, pero no había forma de convencerla de que permitiese al niño ver a su abuelo. La acompañaba una vecina, María Luisa, además del sicólogo y un agente muy decorativo que formaba parte del departamento de relaciones humanas de la policía. Molina, que acababa de llegar, intentó poner de su parte.
- Señora, hágase a razones, la vida de su hijo corre peligro. Mírelo de esa manera y deje de pensar en su padre. Ante todo, el niño debe vivir.
- Ja, y vivirá!... Este no se tira, si lo sabré yo!... Lo está haciendo para humillarme, nada más que eso.
- Permítame que discrepe, señora, usted no sabe lo que puede estar pasando por la cabeza de un niño que se ha sentado en la barandilla de un balcón. Joder, le puede dar un ataque de tos y perder el equilibrio!
- Se agarrará bien, descuide.
- Pero esta situación no puede eternizarse.
- Ya se cansará.
- Uf!... "Molina, a lo tuyo, que has venido aquí a parlamentar con el niño" En fin, desde dónde puedo hablar con él sin salir al balcón?
- Entre en su habitación, es esa puerta de ahí, la primera a la izquierda. Es la más cercana al balcón. Y dígale que está haciendo sufrir mucho a su madre, a su padre, a su hermana, a su tía Conver y a la abuelita Rosita, que le está viendo desde el Cielo, y que no nos merecemos esto.
Encarni no terminaba de enterarse de que a Manolín le encantaba hace sufrir a los demás, o lo sabía muy bien pero ahora era víctima de la emoción por verle encaramado a la barandilla. Manolo el taxista todavía no se había acercado a casa a pesar de que ya estaba al corriente de la mala nueva.
- Cómo se llama?
- Manolín.
Y se fue directo a la habitación.
"Esta mujer es la hostia en verso, sufre un ataque de histeria porque su hijo amenaza con tirarse del balcón... y ahora tiene los ovarios de decir que no se va a tirar. Mierda, le tenía que haber hablado de la alarmante tasa de suicidios infantiles que hay en España, a ver si eso le hacía cambiar de idea"
Entró en la habitación y lo primero que vio fue una máscara de Spiderman colgada de la pared sobre la cabecera de la cama. Dos imágenes le vinieron rapidamente a la cabeza: la de un hijoputilla lanzando un petardo contra el coche en el que estaban Argoitia y él, y el mismo monstruito asomando por entre dos contenedores y explotando otro petardo a sus pies. Pero aún había más: los polis que tomaron declaración a las cuidadoras de los ancianos del centro cívico, le habían dicho que el niño que daba las órdenes era el que iba cubierto con la máscara de Spiderman.

   Subió muy despacio la persiana para no asustarle. Su primera impresión fue grata, los agentes habían distanciado al público lo suficiente para que no les resultase un incordio. ( La misma medida se aplicó a la prensa y de nada sirvieron las protestas de los reporteros )

- Usted mantenga el orden en la calle, Vallejo, no puede hacer otra cosa,  - Le dijo el Super por el radioteléfono - y dejemos que Molina haga su trabajo.
- A la orden, jefe.
- Por cierto, se ha enterado de lo del teniente Luceño?
- Qué ha pasado?
- Se ha matado persiguiendo a Rompetechos.
- Madre mia!

El monstruíto giró la cabeza hacia su derecha y le miró durante unos segundos. Después recuperó su ángulo de visión anterior: el público del fondo de la plaza y los vehículos más próximos al balcón, patrullas de policía, ambulancias y bomberos.
"Jo, ha venido también un globero!... Minie Mouse, Bob Esponja, un unicornio, un castillo... Spiderman!"

  Molina apoyó los brazos en el alfeizar de la ventana buscando la postura más cómoda posible y se dispuso a interpretar su personaje.
- Hola!

Felisa le pidió prestados los prismáticos al tipo engominado, encorbatado y mofletudo que estaba presenciando aquello como si fuese un evento deportivo.
- Permítame un segundo, caballero.
El individuo se los dejó pero con muy mala cara. Aquella gorda imponente y el gigantón que la acompañaba parecían más bien los policías de una comedia americana. Y eso que no había visto a Valdeminguilla.
Felisa buscó con los prismáticos la ventana anexa al balcón para ver si conocía al poli al que habían encomendado hablar con el niño, y su sorpresa fue tan emocionante como mayúscula. "Molina!..." El corazón de la mega poli latió con fuerza. El del careto porcino requirió su juguete de forma apremiante.
- Oiga, que me lo estoy perdiendo!
- Mire, mire usted, no se lo pierda! - Y gritó: - Super Poli acaba de llegar!
Guarromán la miró espantado: "Se ha vuelto loca?!"

( Continuará )


"Por la festividad de San Jordi o en muchos premios literarios te ves rodeado de escritores mediáticos, y te preguntas: "Qué hago yo aquí?" Y te vas. Es un agravio comparativo constante. A pesar de eso, la verdad es que siempre fui un escritor minoritario, con buenas críticas, pero la masa no las entendía" ( Javier Tomeo, escritor )





5 comentarios:

  1. Menuda firmeza la de Encarni, esto está muy bien porque es la única manera de que el pequeño monstruo no le tome el pelo. Ha quedado sobradamente escarmentada con el viejo y se nota.

    A ver cómo lo maneja Molina, que no es fácil si teme que se tire, aunque tal vez ya no al saber que es el delincuente de los petardos. Vaya par, abuelo y nieto, ¡uf!

    Je je je... Felisa va lanzada a por Molina, sólo falta que se quite las bragas en la calle y las ondee, ¡juas!

    ¡Que usted lo pase bien!



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  2. No es mala idea. La emborracho un día y hago que se quite las bragas en la Puerta del Sol, por ejemplo?... Je, je, je!
    Voy a clase, que se me ha acabado el recreo. Hasta luego o hasta mañana!

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    1. Don Boni, vaya a mi blog personal y verá mi aguerrida planta con uniforme militar. Felisa no me llega a la suela de las botas con el suyo de poli, ¡juas!

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