lunes, 13 de agosto de 2012

Un asesino como los demás (97)

Monte abajo


"Me está pasando esto?!" - se preguntó estremecido de gozo mientras los recios pechos de la fémina asaltante se aplastaban contra su pecho y ambas lenguas empezaban a restregarse con toda la pasión sexual del mundo. Y entonces notó una cierta aspereza en la lengua de la joven, como si esta se hubiese secado de pronto y adquiriese la condición de la lija.
Intentó liberar su lengua de aquella boca pero no pudo, una fuerza oculta se lo impedía. Abrió los ojos y se le heló la sangre: Era ella!!... la mismísima Parca!!... La vieja arpía de Murcia intentaba ahora moderle la boca con su dentadura de oquedades, caries y un aliento pestilente. "Te voy a follar vivo, pijo!" - y le clavó las uñas en la espalda y en el cuello hasta hacerle sangrar como un cordero sacrificado. "Ya no te me escapas, canalla, ja,ja,ja,ja!, que yo te conozco a ti, pijo!... y sabes una cosa?, tú eres peor que el gordo extremeño y el borracho canadiense juntos!, y sabes porqué?, porque tú eres un asesino!... un maldito asesino de ancianas indefensas!"
Gritó con todas sus fuerzas:
"Socorro!, socorro!, socorro!..."
Se despertó con el corazón acelerado y la calamitosa sensación de haber sufrido la peor pesadilla de su vida. Un par de hazes de luz le estaban apuntando, eran las linternas de dos peregrinos que habían acudido en su auxilio al escuchar los gritos.
"Tranquilicese, amigo, ha sido una pesadilla" - le dijo uno de ellos en tono tranquilizador.
"Y menuda pesadilla!" - pensó Don Angel Luis abriendo bien los ojos por si al cerrarlos se encontraba otra vez con el terror dentro de su saco de dormir.
"Cállense ya, que los demás queremos dormir" - le llegó una voz anónima desde el otro extremo del dormitorio.
"Dios mio, qué pesadilla más horrible!... Juro que no volveré a cenar botillo en mi vida"





( "Botillo del Bierzo", no apto para los amigos de las dietas sanas )

Desvelado como estaba, fue uno de los primeros en abandonar el albergue. Esta vez de nada le sirvió rastrear entre las sombras con la linterna porque anduvo perdido un buen rato. Tiempo después dio con la via de asfalto y caminó cuesta arriba rumbo a Foncebadón. Si algo le fastidiaba de verdad en el Camino era iniciar la etapa del día con un ascenso.



( "Foncebadón", un pueblo para la leyenda. Dicen que una jauría de perros salvajes atacaban a los peregrinos en esta zona. En Foncebadón vivió en el siglo XI el anacoreta Gaucelmo. Estaba exento de pagar impuestos por su dedicación a mejorar el Camino y la atención constante a los peregrinos )

Atravesó Foncebadón, un pueblo desierto desde hace años y en el que ahora existe un albergue. Continuó por la estrecha carretera ascendente mientras comenzaba a clarear la mañana. Del albergue de Foncebadón habían salido varios peregrinos a los que alcanzó pocos kilómetros más adelante, en la "Cruz de Ferro", parada obligatoria para hacerse las típicas fotos y dejar algo personal al pie de la legendaria cruz, aunque en este caso fuese una reproducción, ( Ver capítulo 95 ) pues las supersticiones son abundantes en el Camino.
Recordaba la ubicación de un manantial de agua fresquísima allí cerquita; descendió por un senderuco unos treinta metros y aprovechó para llenar la cantimplora. Regresó y echó una última mirada a la simbólica cruz, antes de alejarse del lugar.
Allí mismo y durante siglos, antes de que el abad Gaucelmo plantase su cruz monoteista, existió un altar dedicado al Dios Mercurio.

    

( "Cruz de Ferro" y carreterilla que continúa el Camino en dirección a Manjarín )

Tres kilómetros más adelante, descendiendo de la montaña, se encontraron la casucha albergue de los "caballeros templarios", Tomás y su gente. Lo que antes fue un pueblo habitado, ahora se reducía a unas cuantas ruínas y las piedras que sostenían el reducto de estos defensores de la fe y de los peregrinos compostelanos. Su austeridad era tal que allí no había electricidad ni agua corriente. Como albergue no era nada recomendable. Hubo peregrinos que huyeron despavoridos por la noche porque los "templarios" les despertaban para obligarles a participar en sus extravagantes rituales. Don Angel Luis pasó de largo porque no le apetecían más pesadillas.






( "Tomás el templario" posando junto a un grupo de peregrinos maduritos )

Al llegar al kilómetro 32 se internó por una pista forestal, un atajo que libra a los peregrinos de hacer unos cuantos kilómetros más por el asfalto. Ese tramo de bosque también se hace eterno, pero no tanto como la carretera.
Su meta de hoy aún no la tenía definida, podría ser El Acebo, Riego de Ambrós o Molinaseca, dependiendo de cómo se encontrase de fuerzas. De momento caminaba bien . Toda la pista forestal la hizo en solitario, pues la mayoría de los peregrinos no conocían este atajo y los "templarios" no le revelaban el "secreto" a cualquiera.




El Acebo visto desde arriba era como un pueblo de juguete con tejadillos de pizarra, y el descenso del monte al pueblo resultaba peliagudo, una trocha "rompepiernas" que requería la máxima atención y la ayuda constante del bordón.
El Acebo, pueblo pintoresco en donde los haya, cuenta con tres albergues muy bien equipados, los tres en su única calle, la que atraviesa y divide el pueblo, una calle pateada mayormente por dos tipos de animales: los humanos y las vacas.
Hizo varios kilómetros de asfalto entre El Acebo y Riego de Ambrós. Un buen número de peregrinos se quedaron en El Acebo y otros continuaron hacia Molinaseca. Estos últimos le sacaban una considerable ventaja, por lo que se encontró de pronto caminando en solitario. En un punto de la carreterilla la flecha le obligó a seguir por un sendero de montaña. Conocía el camino de otras veces y sabía que no estaba exento de riesgo, pues algunos tramos discurrían sobre despeñaderos que acojonaban lo suyo. "Joder, si te caes ahí, igual no te ven los que pasan!", se dijo con un pelín de aprensión y mucha lógica. Y al doblar un recodo del sendero hizo el descubrimiento del siglo: Ella!!
La intratable Fuensanta venía caminando desde el albergue de Foncebadón y había pedido permiso para echar una siesta en el de Riego de Ambrós. Y ahora caminaba más despacio que de costumbre por la inmediatez del precipicio.
Nadie iba por delante y nadie les seguía. Varias veces se volvió para constatarlo. Sus neuronas ya se habían activado para un nuevo acto de maldad, e incluso estaba elaborando una coartada perfecta.
Ella no sintió sus pasos, tan pendiente que iba de no caerse. El se fue acercando como un felino, procurando que el contacto de sus botazas con las piedrillas del sendero no le delatasen. Quería evitar a toda costa el enfrentamiento. La maniobra de aproximación era perfecta, pues calculó que la alcanzaría en el punto en el que el despeñadero era más profundo. Y así fue. Ella entonces notó su presencia y se giró... justo en el momento en el que él le clavaba la punta del bordón en su mochila, empujaba y...

( Continuará )

11 comentarios:

  1. Vamos a ver si aquí tengo suerte. Este es un mensaje para Doña Leona Catalana... después de intentarlo en La Comunidad y en su correo electrónico. Estoy desesperadito ya.
    Simplemente que he cometido un error en mi relato y quería subsanarlo, preguntarla a ver en donde está la pestañita para ir a archivo, que no me aparece. Pero si quisiera publicar un nuevo relato, tampoco podría, pues tampoco me aparece la pestañita de nuevo post. Después de varios intentos lo he vuelto a intentar en su correo electrónico y tampoco me acepta el mensaje.
    La respuesta que me de ya la leeré mañana.
    Buen día!

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    1. ¡Leona Catalana al rescate!

      ¿No habrá hecho enfadar a Doña Rosita?... Porque usted necesita una exorcización de tres pares, my Good!

      ¿Usted no ve un lápiz amarillo al final de su entrada?
      Después de:

      [[Publicado por Bonifacio Bombaredonda en 11:32 Sin comentarios:]]

      Pinchando en él podrá editar esa entrada. (Recuerde darle a 'Publicar' cuando lo haya hecho).

      En cuanto a 'Nueva entrada', verá la pestaña arriba si vuelve a pinchar en el lápiz amarillo. En vez de editar, pinche en 'Nueva entrada'. Todo está allí, debe fijarse en las pestañas.

      Si no resulta me lo dice y de momento haré yo en su entrada la corrección que me indique para dejarla debidamente.

      Luego estudiaremos el problema, aunque no creo que sea del programa porque si tampoco le salen sus correos a mí, indica que se trata de su cacharro. Bueno, cacharros, puesto que no siempre es el mismo.

      ¡Suerte!

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  2. D. Bonifacio yo soy una amante de la dieta sana pero, le confieso, nunca he sido lo bastante fuerte como para resistirme a un botillo del bierzo o un cocido maragato "es lo que hay".
    Este capítulo me ha traido muchos recuerdos aunque ni me hize la foto, ni tiré nada personal en la cruz de fierro. Lo cierto es que no he cumplido con ninguno de esos ritos supersticiosos del camino, en mi caso, no habría servido de nada.
    Del templario Tomas, tengo muy buen recuerdo y bajando por aquellos adurriales, obviamente, no me encontré con ningún asesino, al menos en activo.

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  3. Gracias a Angel Luis estoy faciendo dos caminos, el catalán y el de siempre, jejeje...mañana vuelvo a la carretera.

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    1. Pero no dices que tienes un blog donde lo cuentas:

      http://codicejesusino.blogspot.com.es/

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  4. Corcholis con el botillo ese, sí que es peligroso.
    En un supermercado donde compro a veces lo hay, pero como no tengo idea de lo que es ni cómo se prepara, nunca lo he probado.
    El cocido maragato creo que sí me gustaría, al fin y al cabo, todos los cocidos son sabrosos, pero la foto del botillo no me atrae en absoluto, ¡puaj!

    Joder con tener que guardar hasta las cruces para que no las roben. Antes dejabas la puerta de casa abierta, incluso si salías y no había nadie; lo recuerdo de casa de la bisabuela, donde me crié hasta los cinco años, en Esplugues. Bueeenooo... con ella no, que no la conocí, con mis padres, pero la casa era de la iaia del terrat. (La abuela del terrado)

    ¿Es retama lo de la última foto? Menudas brazadas cogíamos mi abuela, mi madre y yo para llenar los jarrones de casa. Con apenas cuatro años me entusiasmaba al ver tantas flores y poder cogerlas y, por supuesto, abultaban más que yo, je je je...

    Vaya con el asesino, casi que nos habíamos olvidado de su condición. Pero los instintos afloran siempre, aunque se esté de vacaciones.

    ¡Feliz semana!

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  5. Gracias por la ayuda, Doña Leona, ya en el próxima ciber lo miraré, que aquí no me va a dar tiempo.
    No, ayer no se trató de mi cacharro porque sucedió en dos cibers distintos.
    El cocido maragato es muy variado y se come con un ritual distinto al habitual, es decir, la sopa es lo último. El botillo es todo carne, eso sí, exquisita!
    Pues imagineses, si los ladrones de arte sacro entran en las iglesias, ya me dirá usted tratándose de una cruz que está en un camino de montaña.
    Salud!

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  6. Hola, Doña Inmaculada!
    Nadie se resiste a un botillo o a un cocido maragato cuando se llevan caminados un mogollón de kilómetros y estómago pide "juerga", je, je!
    Yo también tengo un buen recuerdo de Don Tomás, y de haber comido allí en dos ocasiones un excente guisado, pero lo cortés no quita lo valiente.
    Feliz día y felicísima semana!

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  7. Nos tiene que contar muchas cosas de su Camino, Señor peridista!

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  8. Fe de erratas: "excelente" en la respuesta a Inmaculada y "periodista" en la respuesta al señor periodista.

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