martes, 13 de marzo de 2012

Cuando la guerra da risa

Dedicado a Gila en su memoria.

Clic para ampliar  LOS HERMANOS MARX EN EL OESTE   La guerra no es cosa de risa, pero la complicada mente humana puede conseguir que lo sea. Y lo conseguimos muchas veces.
Estamos a las puertas de una guerra que podría resultar terrible, terrible para muchos paises y para cientos de miles de personas. Ya casi nadie apuesta porque pueda evitarse el choque Israel-Irán. En El País de ayer venía un extenso reportaje, además de las páginas de los analistas, sobre las catastróficas consecuencias que acarrearía esta contienda. Pero, de cualquier forma, es muy difícil pronosticar el desarrollo exacto de la misma y de qué manera terminará.

Habrá muchas películas inspiradas en esta guerra cuando termine?... Los productores y directores de cine van detrás de la guerra como los pobres detrás de las sobras de los ricos. En los años cincuenta y sesenta se hicieron cantidad de películas sobre la Segunda Guerra Mundial: Los cañones de Navarone, El Día más largo, Arde París?... Pero ninguna reflejó de verdad los horrores de la guerra. Algunas fueron obras maestras, pero los aspectos crueles y nauseabundos de la lucha de hombres contra hombres estaba ausente en favor de la épica guerrera, el triunfalismo americano y la camaradería entre la soldadesca, además de servir como pasarela para el lucimiento de las estrellas peliculeras del momento. Incluso Frank Sinatra se lució en Pearl Harbour. Aquellos directores habían vivido en época de guerra y quizá les interesaba más olvidar que recordar. Quizás el mundo necesitaba eso en aquel momento.

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Pero unos cuantos años después llegó una hornada de directores más jóvenes con otra forma de entender el belicismo. Películas como "La chaqueta metálica" o "Apocalipsis Now" nos acercaron más a la miseria y desastres de la guerra.

Y el humor?... Hablaba al principio del post de que también nos tomamos la guerra a risa. Y los primeros han sido los grandes cómicos. Nadie olvida a los Hermanos Marx en el Oeste luchando contra los indios en un tren que atravesaba la pradera. "Es la guerra!... Más madera!", gritaba el incombustible Groucho animando el truculento cotarro. Y Chaplin colocó a su entrañable vagabundo Charlot en medio de una genial parodia de los nazis, "El Gran Dictador", convertido en sufrido y enamoradizo barbero judio, a la vez que recreaba una réplica del genocida Hitler. (Asistí a su estreno en el cine Almirante de Avilés, no recuerdo si en el 76 o n el 77 - la película es del 40 - porque el genocida nuestro la había tenido prohibida durante toda su dictadura) Chaplin dijo años después que no habría rodado esta película de haberse enterado del genocidio, que no era cosa para tomársela a cachondeo. El la rodó durante el fulgor del nazismo, cuando aún nadie sabía lo que estaban haciendo con los judios. Sin embargo, muchos años después, el gran titiritero italiano Roberto Begnini, tuvo la "osadía" de hacer una comedia cómica situando la historia en un campo de concentración nazi ("La vida es bella") y Fernando Trueba dejó que los nazis torturasen a Jorge Sanz en "La Niña de mis ojos"



Ya lo ven, los seres humanos también nos reímos con la cosa más espantosa que hemos creado los propios seres humanos: la guerra. Quizá se debe a que somos monstruosamente espantosos o encantadoramente espantosos. Ustedes elijan.
Pero prefiero dejar la gran pantalla a un lado para elegir a la persona que más y mejor me ha hecho reír con la guerra: el gran Gila. Antimilitarista, escéptico, exiliado light en Argentina, (venía ocasionalmente a España a rodar algún anuncio televisivo y hacer algunos bolos por salas de fiesta) Gila nos regaló un maravilloso monólogo en el que habla con el enemigo desde un teléfono de los de antes y con un casco de soldado por si las balas. Gila, con g de genial, fue maestro en Hermano Lobo y en los escenarios. Después de entrevistarle para el periódico de mi pueblo, enterado de que yo quería ser actor, se ofreció a ayudarme en Argentina. Me dijo que no me iba a faltar trabajo allí, pero que iba a ganar muy poco. Osea, peor que en España. Pero faltaban muy pocos días para que me tallasen para la mili, y además no tenía un puto duro para un viaje tan largo. Así que me quedé en España aprendiendo a hacer la guerra. Y estuve en un cuerpo en el que, al romper filas, había que gritar "FRAN-CO!!...", y unos cuantos gritábamos "CA-BRóN!!" El tardofranquismo empezaba ya a elevar la moral de la tropa. Después llegarían momentos divertidísimos, como aquel en el que vimos a Arias Navarro llorar por el tirano. Pero ya me estoy extendiendo y luego no me queda tiempo de comentar nada con Mode.

  (Genial Miguel Miguel)

5 comentarios:

  1. Luego todo queda en batallitas del abuelo Cebolleta...hasta la próxima

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  2. Gila ¡genial!

    Usé una de sus llamadas "al enemigo" en un montaje teatrero. No era yo quien actuaba, era directora y productora.
    Me costó horas y horas conseguir que el prota se aprendiese el papel y declamase con la gracia de Gila, pero el esfuerzo valió la pena.

    Una anédota: para hacerlo más histriónico le di al chaval un cigarrillo y no un mechero, sino cerillas, para que apagáse esta con un disparo de aire de la escopeta de balines que le proporcioné, ya preparada. Lo malo es que la actuación era al aire libre y el viento le apagó la cerilla antes de usar la escopeta.
    Je, el chaval salió airoso, aunque luego me lo explicó apenado.
    Nada, nada, que fue un éxito, todos riendo a carcajadas.

    No, la guerra no es cosa de risa, todo lo contrario :(
    Pero el humor nos ayuda a sobrellevar las penas sin que signifique reirnos de las desgracias.

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  3. Así es Don Jesús, hasta las más cruentas batallas se reducen con el tiempo a "batallitas del abuelo Cebolleta" Somos así de cachondos.

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  4. Intentar que un actorcillo principiante logre emular a Gila... difícil empeño, amiga!... Una cosa es llegar a ser un actor medianamente aceptable y otra intentar parecerse a un autodidacta genial como lo fue Gila. Pero entiendo que en el mundillo de los cómicos aficionados todo es aceptable. Yo mismo hice un monólogo de Gila a mis 16 0 17 años. Es la época en la que todo el mundo te trata como a un artista genial, y ese "todo el mundo" son tus familiares y amigos.
    Seguro que el "gag" de la escopeta funcionó mejor que el monólogo.
    Buen día y salud a tope para reirnos!

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  5. Mi "prota" tenía 14 o 15 años, je je je..., así que se lo curró muy bien.
    Era el tiempo en que trabajaba con niños, dirigiendo y montando.
    Cada día lo cogía por las orejas y nos encerrábamos en la oficina durante una o dos horas.
    Yo le hablaba como si fuese "el enemigo" inaudible, claro, pero para que fuese capaz de responder, que se pusiera en situación, al tiempo que le daba consejos y corregía su lenguaje una vez y otra.

    Claro que el genial Gila no tiene parangón, pero se puede aprovechar su trabajo para sacar unas risas y ahí consiste su genialidad.

    Vuelva pronto, que le echaremos de menos.

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