viernes, 4 de mayo de 2012

Maestros y maestros

(Manchester United, el equipo del que es hincha mi profesora de inglés)




Lo mismo que en España existen las rivalidades futboleras de ciudades grandes - Betis-Sevilla; Madrid-Atlético de Madrid; Barça-Español, etc - en Manchester el "pique" está entre el "United" y el "City"( Para los no iniciados: "Manchester United" y "Manchester City") El otro día el City le ganó al United (que anda un tanto desmoralizado porque en cosa de un año ha sido batido por el Barça y por el Atlético de Bilbao)
Bueno, pues mi "teacher" - mi profa de inglés - es "supporter" del United, cosa de la que presume a menudo, y anteayer se me ocurrió entrar en clase gritando "City!, City!, City!", lo cual la mosqueó un pelín, ni siquiera se la ocurrió sonreir ante la "gracia" Y he aquí que ayer llegó a clase vestida con una camiseta del United, y de esta guisa nos dio la clase.
Doña Elaine es una mujer que no se corta un pelín, lo mismo se la ve el ombligo que la rabadilla del culo o los diversos tatuajes que adornan sus carnecillas, y eso que ya no es una jovenzuela. Me gusta la gente así.
Y todo esto me lleva a una reflexión: Es asombrosa la diferencia entre los profesores de hoy en día y los que me tocó a mi sufrir en mi infancia y adolescencia, "maestros nacionales" de traje oscuro arrugado y curas de rancias sotanas, gentuza que practicaba la violencia sistemática contra los niños, quizá porque eran unos pederastas reprimidos (bueno, algunos eran pederastas practicantes)
Cada vez que oigo a gente de mi edad hablar de los maravillosos maestros que tuvieron, no puedo por menos que pensar que lo que tuvieron fue una suerte maravillosa, porque a mi me tocaron unos auténticos hijos de puta. "Gracias" a ellos empecé a dudar del ser humano, y quizá de ahí vienen mis ramalazos de misantropía.
Hoy en día sólo creo en los verdaderos maestros, los que consiguen hacernos felices: Messi, Serrat, Vargas Llosa o Rafa Nadal, por citar cuatro ejemplos muy claros.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa.  (Mario Vargas LLosa, todo un maestro que me ha enseñado a amar la literatura)




Un asesino como los demás (23)

En la Jefatura Superior de Policía reinaba una actividad febril. Había aumentado el número de "vándalos" anti-sistema en los últimos días. Maltratadores, gamberros, neonazis, atracadores... la flor y nata del lumpen social se congregaba en las instalaciones de La Pasma. Tipos patibularios y timadores trajeados eran traídos y llevados de una dependencia a otra por los agentes uniformados.
Pero la estrella más relumbrante del firmamento delincuencial era paradógicamente una estrella invisible. Nada se sabía del oscuro asesino en serie que traía en jaque a los diligentes caballeros de La Bofia.
- Si al menos quisiese chulearnos como otros asesinos en serie..., algunas llamadas telefónicas, algún email, alguna señal sobre los cuerpos de las víctimas... Pero no, este tío es absolutamente hermético, como si pensase para sí mismo que los asesinatos no van con él, como si fuese una especie de Doctor Jeckill que se olvida al despertar de que también es Miter Hide.
Estas reflexiones se hacía el comisario Luciano Lopategui Serranillos, uno de los hombres involucrados en la investigación, cuando irrumpió en el despacho como un vendabal el Jefe Superior escoltado por varios de sus hombres de confianza.
- Han revelado algo las autopsias, Lopategui?

4 comentarios:

  1. Te has ganado un suspenso, por provocador.

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  2. Pues yo debí tener suerte porque en toda mi vida escolar sólo tuve una profesora anormal y fue una suplente por dar a luz la señorita Encarnita.

    Era una bestia parda y un día nos estuvo inspeccionando nada menos que las uñas. A mí me puso frente a la pizarra, con los que iba seleccionando.
    Luego sacó unas tijeras y empezó la carnicería. Me las dejó tan cortas que hacía daño, dejando a la vista la carne.
    Mis uñas eran normales, limpias, que bien se ocupaba mi madre de ello, repasándolas diariamente y de una longitud normal para una niña de nueve años.
    Cuando vino a recogerme y se las enseñé, subió hecha una furia al despacho del director. ¡Mordía!

    Aquella tipa se fue cuando volvió la señorita Encarnita y un día, cuando estaba en bachillerato con Don Luis, se presentó de visita.
    Me vió y me señaló al director toda sonrisa de dientes... Don Manuel me llamó la mar de contento: "Mira, ¿la conoces?" Dije que no, ¡juas! A ella se le torció el gesto y el pobre Don Manuel insistió: "Es la señorita Elvira, ¿no la recuerdas?" NO.
    Se jodió delante de toda la clase. Nadie podía obligarme a recordar a semejante bruja que nos torturó a todos, porque lo de las uñas sólo fue un detalle, no recuerdo que nos hubiera dado una clase normal, siempre metiendo la nariz en nuestras carteras y bolsillos, como la profesora Umbridge de Harry Potter.

    El resto de profesores fueron estupendos. Don Manuel y la señorita Encarnita fallecieron de cáncer hace unos años, pero a Don Luis todavía me lo encuentro a veces por el barrio y ambos nos alegramos muchísimo, charlando un rato.
    Solía decir la mar de orgulloso "Lo que Teresita no consiga, no lo consigue nadie."

    Aclaro que no era un colegio especial, de sordomudos, era una academia en la que entré antes de perder la audición y allí seguí gracias a que todos los docentes me aceptaron, así que sí, tuve mucha suerte.

    CAPÍTULO 23

    ¿Qué han revelado las autopsias?
    ¿El asesino ha dejado una huella dactilar en la uña de una de las víctimas? ¿En un globo ocular?

    ¡Qué nerviooos!

    Salud y no haga enfadar a la del United, o le va a poner malas notas, je je je...

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  3. Espero que no, Don Jesús!... Aunque lo que me interesa es hablar el idioma, no las calificaciones académicas.

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  4. Entiendo su sutil venganza contra la "seño" infame y también entiendo que la tocasen docentes más "suaves" que a mi porque usted es más joven que yo. Recuerdo que mi hermano pequeño estudió con un profesor que era un auténtico sádico cuando yo iba a su clase, y me contaba que se reían de él en clase. Ya había clases mixtas e incluso las chicas se lo tomaban a cachondeo. Los tiempos empezaban a cambiar aunque todavía estaba el dictador. Muchos años más tarde me encontré a este sujeto alcoholizado, yendo en solitario de bar en bar por el pueblo.
    La respuesta a las autopsias y otras cosillas interesantes en los siguientes capítulos, tachán!, tachán!... aunque ahora se lo va a pasar mejor con la novela del cruasán, je, je!

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